Hay distintos factores que influyen de manera decisiva a la hora de tener éxito en las inversiones. Unos son de carácter objetivo y hacen referencia al propio funcionamiento del mercado y lo que le rodea: las noticias, los rumores, la marcha de la economía o las decisiones políticas… Pero hay otros de carácter subjetivo y tienen que ver con las emociones del inversor. Los conocimientos y valores de las personas, sus reacciones, lo que piensan de sí mismos o los demás son factores que pueden jugar de manera decisiva a la hora de lograr los objetivos propuestos.

Hay una rama de la ciencia económica, apoyada por la psicología, que estudia  la influencia de estas emociones humanas en el funcionamiento de los mercados. Se la conoce como Economía conductualBehavioural Finances, en su terminología inglesa.

Los estudiosos de los mercados han detectado algunos comportamientos prototípicos que tienen una incidencia clara en el resultado de las inversiones y que tienen que ver con estos condicionantes subjetivos. Los más evidentes son el Efecto Manada y la Sobreconfianza.

El Efecto Manada se da cuando los inversores se dejan influir fácilmente por la conducta de otros. Este tipo de comportamiento produce una tendencia a la imitación. En cuanto a la Sobreconfianza, tiende a hacer que el inversor estime en exceso sus conocimientos sobre el mercado. Esto provoca dos efectos negativos a la hora de invertir. El primero es la tendencia a sobrevalorar nuestras acciones y decisiones, por lo que muchas veces no hay una correspondencia entre las expectativas generadas y los resultados obtenidos. El segundo es la tendencia a eternizar las negociaciones, periodos de estudio o la propia toma de decisiones, un extremo que merma la rentabilidad de las inversiones.

Otro factor psicológico que entra en juego a la hora de acometer una inversión es la Aversión al Arrepentimiento. El principio es simple.  El miedo al arrepentimiento posterior nos obliga a meditar muy bien las consecuencias de nuestras acciones antes de tomar una decisión. Es una emoción que ayuda a reducir los efectos negativos de una decisión.

Y lo más curioso es que esto no es nuevo. Un estudioso español de los mercados del siglo XVII escribió en 1688 un libro que, bajo el título de Confusión de confusiones, analizaba el comportamiento de los inversores de la Bolsa de Amsterdam, la más activa de aquella época. José de la Vega pudo describir todos estos comportamientos y les atribuyó un papel importante a la hora de explicar el funcionamiento del mercado y, en consecuencia, el resultado de las operaciones que se realizaban. Al final, no hemos cambiado mucho en estos últimos siglos.

Banco Mediolanum, por ser un banco diferente, quiere cambiar esta tónica. Para evitar confusiones y no dejarnos influenciar por los factores externos la entidad pone al lado de cada ahorrador un Consultor de Banca Personal, un profesional que, con una estrategia clara, te ayuda a invertir en una dirección sin obstáculos como la euforia, el pesimismo o el miedo. Así, el resultado final de la inversión será fruto de la gestión con racionalidad y tu dinero trabajará para ti, sin sorpresas.

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