Invertir y ahorrar de forma lenta pero seguraInvertir y ahorrar de forma lenta pero segura

Porque más vale ir lento pero seguro, a la hora de ahorrar de nada sirve dejarnos llevar por los impulsos de última hora o pensar que la inversión no va con nosotros (hasta que nos damos de bruces con un futuro que pensábamos que quedaba muy lejano). La paciencia tiene premio. ¿Quieres saber por qué? ¡Te lo explicamos con esta bonita fábula! ¡Tú también querrás ser como la tortuga!

La tortuga inversora y la cigarra que no pensaba en el futuro

Había una vez una tortuga preocupada por su futuro. Soñaba con tener una familia, ansiaba comprar una casa, llevar a sus hijos a la universidad y ayudarles en sus necesidades. Por eso, desde muy pequeña, empezó a invertir todos los meses parte del dinero que conseguía ahorrar con su trabajo.

“En la inversión, la paciencia tiene premio. ¿Por qué? ¡Te lo explicamos con esta bonita fábula!”

Un buen día, su vecina, la cigarra, la vio atareada mientras contaba y apartaba el dinero que iba a invertir ese mes. Le preguntó qué hacía. La tortuga le contestó que apartaba 50 € de su presupuesto mensual para invertirlos, con el objetivo de obtener con ellos rentabilidad para el futuro. La cigarra se burló de ella al pensar que esa cantidad era insuficiente para poder conseguir algo y le animó a gastarse ese dinero y a disfrutar del presente.

Pasaron los años y la tortuga siguió ahorrando de modo constante. Al principio, reunir la reserva mensual para la inversión era complicado, pero poco a poco se acostumbró a destinar esa parte de sus ingresos para el futuro. A partir del décimo año, de hecho, pudo incrementarlos hasta los 100 € mensuales. ¡Todo un logro!

Otro buen día, 20 años después de su primera conversación financiera, los dos animales volvieron a encontrarse. La cigarra vio que la tortuga sonreía feliz y le preguntó el motivo. La respuesta no pudo sorprender más a la cigarra, ya que la tortuga le contó que, tras revisar su cartera y si continuaba a ese ritmo, en 10 años conseguiría comprarse la casa que quería. La cigarra no entendía cómo, a pesar de que ambas tenían un sueldo parecido, ella no podría hacer lo mismo.

La tortuga le explicó que todo se debía a las inversiones. En el transcurso de estos 20 años ya habían acumulado cerca de 29.000 euros: había ahorrado 20.000 euros y había ganado 9.000 más por la rentabilidad obtenida a lo largo del tiempo. Y todo ello a pesar de que había invertido el dinero de un modo precavido, lo que le había reportado una rentabilidad anual del 4,4%*.

“La tortuga inversora y la cigarra que no pensaba en el futuro, ¿cuál de ellas quieres ser?”

La cigarra vio claramente que, de haber hecho lo mismo que la tortuga en el pasado, en ese momento tendría cerca de 30.000 €. Se dio cuenta de que debía empezar a invertir desde ese mismo día, con el objetivo de poder comprarse antes que la tortuga una casa en aquella misma avenida. Para ello, en vez de ahorrar 100 euros, como la tortuga, restringió de golpe sus salidas nocturnas y empezó a apartar 200 € al mes.

Invertir cuanto antes, la clave de la rentabilidad a largo plazo

Pasaron 10 años y ambos se volvieron a encontrar. La cigarra había aprendido la lección y había invertido, como la tortuga. Sin embargo, ¿cuánto tenía cada una en ese momento? El total que había acumulado la tortuga, que había logrado mantener ese 4,4% a lo largo del tiempo, se elevaba ya hasta rozar los 65.000 euros. Casi la mitad provenía de la suma del dinero que había ido ahorrando a lo largo del tiempo. La otra mitad, de lo que había ido generando en rentabilidad.

¡No seas cigarra y aprende de la tortuga!

La cigarra comprobó, para su desgracia, que, a pesar de su esfuerzo por ahorrar más dinero (casi el doble que la tortuga), tan solo tenía 32.000 euros tras 10 años. En realidad, había invertido en total más dinero en esos 10 años que la tortuga durante sus 20 primeros, pero le había producido menos rentabilidad. Al empezar más tarde, ese dinero había tardado mucho más en empezar a dar frutos. Lamentó no haber comenzado a invertir mucho antes y de forma periódica, y se dio cuenta de que la tortuga había puesto el tiempo a su favor, ya que, cada día que pasaba, su dinero había generado una rentabilidad adicional que se había ido acumulando sobre la del día anterior. Todo ello, prácticamente con el mismo esfuerzo de ahorro.

Otro punto a favor de nuestra amiga: gracias a que invirtió de manera constante, consiguió evitar dejarse llevar por las emociones. Al dar órdenes de inversión mensuales, había entrado a precios medios de mercado. No compró al precio más bajo, pero tampoco al más caro.

Y, por último, otra enseñanza muy importante que podemos aprender de la tortuga ahorradora es que había conseguido, desde muy pronto y con cantidades asequibles, generar un hábito de ahorro sin poner en riesgo sus necesidades de consumo y gasto mensuales. Con un esfuerzo relativamente menor y constante, se acercó poco a poco a su gran meta a largo plazo.

Vistos los ejemplos de la cigarra y la tortuga…, ¿a cuál de ellas te gustaría parecerte?

 

*4,4%: media aproximada de la rentabilidad histórica que se podría haber conseguido con una cartera mixta de acciones y bonos a largo plazo. Fuente Guide To the markets de JPMorgan AM (Rentabilidad total de 1 USD en términos reales)

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